lunes, 29 de marzo de 2021

ALTAS CAPACIDADES - Gabinete psicopedagógico

La expresión "alas capacidades" se suele emplear como sinónimo de superdotación y talento, pero lo cierto es que es un término mucho más amplio. La Real Academia de la Lengua Española define capacidad como «la aptitud, el talento o la cualidad que dispone a alguien para el buen ejercicio de algo». En particular, y trasladado al entorno escolar, sería «la aptitud para realizar adecuadamente una deter­minada tarea».

La atención a los alumnos con altas capacidades dentro de las aulas inclusivas tiene sentido siempre que quede claro que el potencial humano es gradual, no es un parámetro digital de dos estados antagónicos (alto-bajo, ser-no ser).

Por eso, es conveniente utilizar un concepto lo más amplio posible, del que se beneficien cuantos más alumnos mejor y que reduzca al mínimo el riesgo de dejar sin atender a casos reales de altas capacidades no identificados (falsos negativos).



Los alumnos con altas capacidades serían, según este criterio, aquellos que tienen unas aptitudes potenciales o que muestran unas destrezas generales o específicas a un nivel superior a la media, al menos en dos dominios del conocimiento humano. Esto quiere de­cir, cuando hablamos de niños o jóvenes en edad de escolarización obligatoria, que son alumnos con un potencial o un rendimiento superior a lo esperado para la población de su edad.

Las aptitudes necesarias tanto para el estudio académico como para el trabajo escolar, y posteriormente también para el desarrollo de cada proyecto personal de vida, son muy variadas, pero hay cierto acuerdo entre los especialistas en señalar cuáles son las imprescindibles. Así, se reconocen como aptitudes principales:

  • El razonamiento lógico, tanto inductivo como deductivo, y el análisis y la síntesis de información.
  • La aptitud numérica, como capacidad para procesar información cuya simbología sean las cifras y su representación matemática.
  •  La aptitud espacial, como capacidad para establecer relaciones mentales con figuras en dos o más dimensiones.
  • Las aptitudes lingüísticas, tanto expresión oral como escrita, y comprensión lectora.
  • Las aptitudes musicales, que permiten el procesamiento de información de sonidos no relacionados con el ámbito lingüístico.
  • Las aptitudes kinestésicas, que permiten el control y dominio de las partes del cuerpo, y en las que se incluyen capacidades psicomotoras gruesas, finas y grafomotrices, des­treza manual y coordinación visocorporal.
  • Las habilidades sociales, que permiten establecer relaciones inteligentes de cada individuo con otras personas, mediante el conocimiento, control y gestión de las emociones de los demás.
  • Las aptitudes intrapersonales, que permiten el control y gestión de las propias emociones para tomar decisiones adecuadas.
  • La gestión de la memoria, que permite la utilización de la información de forma eficaz y eficiente
  • La atención, que permite la concentración en tareas de cierta complejidad
  • La gestión perceptiva, fundamental en tareas escolares como la lectura y escritura, o la expresión artística.
  • La creatividad, como conjunto de aptitudes para generar ideas nuevas que nadie había pensado antes. Entre ellas se encuentran la flexibilidad mental, la fluidez, la originalidad, la elaboración, la redefinición, la inventiva o la sensibilidad social ante los problemas actuales o futuros de la población.

Los niños y jóvenes con altas capacidades intelectuales son talentos potenciales, muy distintos unos de otros, que forman en su conjunto un grupo muy heterogéneo que debería aportar una enorme riqueza al entorno educativo y a la sociedad.

Muchas de las aptitudes que Howard Gardner señala como inteligencias (musical, kinestésica, naturalista, intrapersonal e interper­sonal) son difíciles, por no decir imposibles, de valorar con pruebas psicométricas tradicionales, y en la actualidad no existen tests baremados que las midan. De hecho, Gardner es más partidario de evaluar las mismas mediante la observación de las conductas de los alumnos.



Cuando se piensa en alumnos con altas capacidades casi siempre viene a la mente como primera imagen a niños pequeños que realizan tareas propias de niños más mayores, in­cluso con gran virtuosismo. Si bien es cierto que la precocidad es un indicativo de alta capacidad en los niños más pequeños (al menos durante esa etapa), hay que tener presente que no siempre se exhibe de una forma clara, ni todos los niños han estado expuestos a las mismas fuentes de información. Es frecuente que niños con alto potencial intelectual no hayan tenido acceso a contenidos curriculares con antelación. Hay áreas o asignaturas, como las matemáticas, con las que los alumnos toman por primera vez contacto en las es­cuelas. Sin embargo, pronto muestran su potencial, con un aprendizaje rápido de los procedimientos y una facilidad mayor de lo habitual para relacionar datos o resolver problemas.

Todos los alumnos con altas capacidades tienen necesidades educativas específicas, en mayor o menor medida. Pero no hay que perder nunca la perspectiva de que estas necesidades son graduales. No son las mismas en todos los casos, ni por el tipo de perfil cognitivo, ni por el grado de excepcionalidad que el alumno presente.

Se podría pensar que unos niños o jó­venes que tienen potencial para rendir por encima de la media no pueden fracasar escolarmente. Pero esto no es así. En muchas ocasiones se achaca como causa del bajo rendi­miento escolar el aburrimiento al que se ven sometidos en clase. Pero los alumnos con altas capacidades se pueden aburrir soberanamente en clase y, sin embargo, obtener unos magníficos resultados escolares. Necesariamente habrá que pensar que, en el fondo, hay una situación personal más compleja en la que confluyen múltiples causas.


Fuente: ISEP Juan Carlos López Garzón - Módulo altas capacidades 

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